Mucho se ha hablado hasta ahora de la acidificación de los océanos por el aumento de las emisiones de dióxido de carbono y sobre el impacto devastador que este fenómeno tiene sobre los arrecifes de coral.
Sin embargo, un nuevo aspecto hasta hace muy poco tiempo desconocido es el efecto del incremento del C02 en la capacidad de las aguas oceánicas para absorber el sonido.
Esto podría tener serias consecuencias no sólo para la fauna marina sino también para todos los sistemas que se basan tecnología acústica, como los sonares o los aparatos para detectar la presencia de movimientos telúricos.
Según un estudio llevado a cabo recientemente por Richard E. Zeebe y Tatiana Ilyna de la Universidad de Hawai, la concentración de sustancias químicas que absorben el sonido en los océanos del mundo ha disminuido -y continuará decayendo- a raíz de la acidificación de los océanos.
Al haber menos sustancias químicas que amortigüen los ruidos, estos pueden viajar más lejos y por lo tanto, el espacio marino se torna más ruidoso.
Los sonidos a los que hace referencia el estudio son aquellos que normalmente están presentes en las aguas del mar, como por ejemplo el ruido que hacen los barcos en su travesía y que caen en el rango de frecuencias relativamente bajas (entre 1.000 y 5.000 Hz).
Interferencias
La bulla no se sentirá de la misma manera en todas partes. El informe señala que será más marcada en las latitudes altas y en las regiones de aguas más profundas -donde la disminución del pH será mayor-, donde se estima que la absorción acústica puede llegar a disminuir en 60% para 2100.
Los impactos serán muchos, le dijo a BBC Mundo Zeebe, uno de los autores del estudio. "Esto puede acarrear consecuencias preocupantes para cualquier sistema basado en tecnología acústica, como los sonares o los dispositivos que estudian los movimientos sísmicos".
Es importante notar que los sonares tienen múltiples aplicaciones no sólo civiles, sino también científicas y militares: lo utilizan los buques, los submarinos y también -entre otros- los torpedos.
Por otra parte, las consecuencias "las sentirán probablemente los mamíferos que dependen para orientarse de ciertos sonidos en determinadas frecuencias", señala el investigador.
Si el sonido de fondo, más fuerte por la mayor concentración de CO2, se superpone con los ruidos que producen los animales que utilizan el sonido como su brújula o para comunicarse, "esto puede tener un efecto negativo".
"Aunque por otro lado", añade Zeebe, "puede traer beneficios, ya que los mamíferos podrán también comunicarse con sus pares a distancias mayores.
Mitigación
Estudiar las consecuencias exactas para la vida marina así como el efecto específico de la mayor presencia de ácido en el océano sobre las distintas frecuencias será el siguiente paso para los investigadores de la Universidad de Hawai.
Sin embargo, ya han advertido que la única opción para minimizar su impacto es reducir las emisiones de dióxido de carbono generadas por la actividad humana.
"Lo única alternativa viable es reducir las emisiones de CO2 ya que el problema del sonido es sólo uno de los efectos negativos. El más severo es el impacto sobre los corales, con todas sus implicaciones", dice Zeebe.
"Y", añade, "ninguna de las soluciones que se han propuesto para evitar el calentamiento global ayudan a evitar la acidificación de los océanos".
Fuente www.bbc.co.uk
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